miércoles, marzo 30, 2011



Siempre nos paramos
en los límites: ante el escenario del mundo, en las orillas de nuestra infancia, junto a la piel desnuda de un cuerpo, a las puertas de lo que queremos, en los pasos del deseo, en la linde del miedo...

Y solo podremos cruzarlos si buscamos las grietas: en el hueco abierto en el aire, en el juego, en los poros, en los gestos, en unos labios... en lo más profundo de nuestros bosques. Donde acechan los lobos que todos llevamos dentro.

Este anuncio, sin duda, es una delicada grieta en el sistema.
Bien por ellos!

4 comentarios:

Alicia M B Ballard StudioGaleria dijo...

Muy buena...
Sobrepasar el temor, la paralysis - libera!

Tomas dijo...

Sigo esperando, querido sobrino, ese paso hacia adelante en este blog,en tu hoy,en tu felicidad,en tu energía, en tus textos...

Aunque no lo sepas...te espío.

Anónimo dijo...

yo también...

Una luna de película dijo...

Compartíamos viaje en coche Une, Mansura y yo. En la radio Carlos Boyero desgranaba las críticas cinematográficas de los estrenos del fin de semana. Mansura, la joven saharaui que se aloja en casa de mi nieta, rompió el monólogo de Boyero.

-Me encantaría ir al cine.

-Será un placer llevarte-le respondí-pero dada tu estricta moralidad musulmana no será fácil dar con una película que no tenga alguna escena de amor o cama.

-Pues podemos-respondió Mansura-ir a ver alguna película de niños, como las que ve Une.

Al escuchar su nombre, Une que hasta ese momento había parecido estar sumida en un letargo de ensoñaciones se incorporó de forma resuelta a la conversación.

-Podemos ir, abuelo, a ver una película de esas en las que el chico y la chica se “romanticizan”.

- ¿Y qué clase de películas son esas, cielo?- Inquirí, viéndola venir.

-Pues son películas en las que el chico y la chica bailan, beben champán y miran a la Luna.

-¿Y para qué miran a la Luna, cariño?

-Pues porque las parejas, abuelo, cuando miran a la Luna se “romanticizan” y luego siempre se besan.

-¡Ah…!-Respondí, mientras apretaba intensamente los labios para evitar una carcajada inoportuna.

El coche siguió rodando mientras Une se sumergía en una aparente ausencia y Mansura me dirigía una mirada complice.