viernes, diciembre 24, 2010




Mi ausencia durante estos meses ha estado plagada de experiencias intensas.
Todas ellas ocurrieron como al margen de mí. O no.

Algunas tremendamente dolorosas: como la muerte de Uma -mi pequeñísima y fugaz sobrina- o las esquinas dobladas del corazón cuando los restos del naufragio llegan a las costas del alma... (Sí, la poesía hermética también tiene sus funciones comunicativas: sólo que de un modo selectivo o, lo que es lo mismo: "a buen entendedor...").

Otras experiencias, en cambio, han sido radiantemente bellas: las enriquecedoras charlas con Subhro y los estudiantes del IC de Delhi, el aprendizaje junto a los niños de Auroville o la frágil y cálida atención de Yvelise, la belleza birmana, nuestra fiel Stina... y, hace pocos días, el regalo dulce y generoso de conocer a Mansura y Jabjatu en los campamentos saharauis de Tindouf.

A veces parece que las cosas bellas y amargas suceden a nuestro alrededor y nosotros sólo somos el centro de las cosas, el eje en torno al cual todo gira. Pero repasando la memoria, llego a una conclusión: soy el paciente de mis dolores y el motor de mis sabores.
Buen año a todos.
Y a todas, claro.