lunes, agosto 31, 2009



Recien vuelto de este verano fantástico, chino, familiar y caluroso.

Al llegar a Beijing la ciencia ficción se hizo realidad: androides con mascarilla nos disparaban con una pistola a los pasajeros, que esperábamos sentados en el avión, para tomarnos la temperatura. Ya no es el color de la piel, la nacionalidad, la religión, el sexo...
Ahora, es un grado lo que diferencia a los que entran, de los que no.
Saludos renovados!

Brindis:
por una teoria de la conspiración
soñada en Yangshuo.